La presencia femenina en el ámbito socioeconómico de la novela La bobe de Sabina Berman
The Female Presence in the Socio-Economic Context in Sabina Berman's Novel La bobe
Eirini Paraskeva (1)
1.Profesora Asistente de Traducción y Estudios Interculturales en el Departamento de Lengua y Literaturas Hispánicas, Facultad de Filosofía, Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas.
ORCID: https:// orcid.org/ 0009-0001-4324-6065. Correo electrónico: irepara@spanll.uoa.gr
Resumen
Sabina Berman (México 1955-) es una escritora representativa de la narrativa latinoamericana contemporánea, conocida por su obra de temática histórica, social y cultural. En este marco se ubica su novela La bobe publicada por primera vez en 1990. En la obra se exponen datos precisos vinculados a la vida de una familia judía en México y su integración en el nuevo ámbito sociocultural. El objetivo de este estudio es resaltar aquellos aspectos socioeconómicos que permiten valorar la labor realizada por la mujer fuera y dentro del hogar.
Palabras clave
novela, sociedad, historia, economía, interculturalidad
Abstract
Sabina Berman (Mexico 1955-) is a distinguished writer in contemporary Latin American literature, known for her works that explore historical, social, and cultural themes. Within this context belongs her 1990 novel, La bobe. The novel presents detailed insights into the life of a Jewish family in Mexico and their integration into a new socio-cultural environment. The aim of this study is to highlight the socio-economic aspects that allow for an appreciation of women’s contributions both in the domestic sphere and beyond.
Keywords
novel, society, history, economy, interculturality
Introducción
Sabina Berman, nacida en la ciudad de México en 1955 es psicóloga, dramaturga, directora de teatro y cine, guionista, periodista, poeta, novelista y ensayista. Es una de las escritoras más aclamadas de la escena latinoamericana contemporánea que destaca no sólo por su originalidad e intensidad dramática, sino por su capacidad para tratar temas de actualidad con inteligencia, agudo sentido crítico y exquisita ironía. Su obra aborda temas históricos, sociales y culturales, como la situación de las mujeres, la corrupción, la ecología, la identidad desde la otredad, la Diáspora, los diferentes tipos de exilio (externo, interno o voluntario) y la búsqueda de la belleza, entre otros. En este marco se ubica su novela La bobe publicada en 1990. En la obra se exponen datos precisos vinculados a la vida de una familia judía en México y su integración en el nuevo ámbito sociocultural. En el presente estudio se plantea el objetivo de resaltar aquellos aspectos socioeconómicos que permiten valorar la labor realizada por la mujer fuera y dentro del hogar.
La obra de Sabina Berman forma parte de una tradición que les corresponde a las escritoras judías de América Latina y en su mayoría, de México. Se trata de una generación de escritoras, de padres extranjeros, que provenientes de diferentes puntos del mundo y con distintos fines y expectativas hicieron de México su nueva patria. Son hijas de inmigrantes, la mayoría de ellos exiliados, “intelectuales dedicados a la política, las artes, la historia, la filosofía y la enseñanza superior” (López, 2005) y, por tanto, herederas de
una tradición cultural bipartita que en la línea europea viene influenciada por un pensamiento más abierto y progresista que el de la tierra de adopción. Estas circunstancias las hacen crecer, desarrollarse intelectual y emotivamente desde una edad temprana en el mundo singular de los desterrados, forzándolas a recurrir al conocimiento de su doble identidad cultural y a discernir las tensiones que esta les produce. (López, 2005)
Estas mujeres judeomexicanas de segunda y tercera generación de habla hispana comparten un trasfondo común de múltiples exilios y migraciones, y todas están plenamente integradas en el país donde residen, manteniendo identidades complejas y multifacéticas, que pueden incluir ser latinoamericanas, judías, mujeres y activistas, entre otros roles (Glickman, 1993, p. 9). Escritoras como Margo Glantz, Angelina Muñiz-Huberman, Rosa Nissán, Esther Seligson, Sara Levi- Calderón, Ethel Krauze, Myriam Moscona y Sabina Berman, entre otras, han contribuido extensamente a las letras mexicanas contemporáneas y tienen mucho que decir respecto a su estatus marginal no sólo en la sociedad mexicana, sino también dentro de la cultura judía (Lockhart,1997, pp. 159-160). Robert DiAntonio (1993) sostiene que:
These authors have placed in sharp focus the conflict that arises between their Jewish heritage and their female identity. In the Western Hemisphere, estranged from the orthodoxies of a more formalized Judaism, these writers explore the varying ways that Judaic traditions both enhance and diminish the condition of being female. They analyze the role of the Latin American female and her feelings of dual marginality. (p. 2)
Efectivamente, estas escritoras judeomexicanas, en su búsqueda por reafirmar su identidad etnorreligiosa, se dedican a indagar y redescubrir sus raíces judías. Sus obras, que oscilan entre narraciones íntimas y familiares hasta relatos más amplios sobre la diáspora judía en América Latina (Lockhart, 2019, p. 248), se proponen desentrañar la compleja interacción entre la adopción de una nueva nacionalidad y la inmersión en una cultura mayoritariamente mestiza. En este viaje literario, se enfrentan al reto de preservar sus tradiciones y legados culturales, procurando no sacrificar la rica herencia del grupo etnorreligioso al que pertenecen (López, 2005). Su escritura no sólo rescata la memoria histórica, sino que también pone de relieve las complejidades de la integración cultural y la preservación de la identidad en un contexto multicultural.
Para Sabina Berman, escritora mexicana de familia judía de la diáspora askenazí, “la memoria es la base de su identidad” (Pérez-Anzaldo, 2009). Berman, aunque se reconoce como parte de la comunidad judía, también muestra una profunda integración en México, su país de nacimiento. Su identidad se sitúa en una encrucijada de culturas: por un lado, pertenece a una comunidad con una historia distintiva, y por otro, se halla plenamente arraigada en la sociedad mexicana. Al responder a la pregunta “¿Qué significa ser una escritora judía en México?”, Berman despliega esta dualidad de identidades:
Each person is a unique hybrid, not reproducible, of her or his circumstances. To be a Jew has meant, historically, having a sharpened consciousness of partaking of at least two destinies. I am Mexican and I am Jewish, and I am Jewish-Mexican and Mexican Jewish. I am Mexican by decision and following many years of studying what it is to be Mexican; I am also Jewish by choice and by faith. As to the question regarding the Jewish presence in my literature, I believe that if I have affected in any way the Mexican readers of my work, it is by impressing upon them that Mexico is a country formed by a catholic mestizo majority, and various minorities – the indigenous minority and the descendants of immigrants who arrived in Mexico during this century. Such has not been a conscious decision, but a natural consequence of my particular condition. (Glickman, 1993, p. 13)
Siguiendo los pasos de otras destacadas escritoras latinoamericanas, Sabina Berman adopta la tradición autobiográfica que Margo Glantz inició, una mezcla innovadora de autobiografía y memorias (Agosín, 2005, p. xix). En su primera novela La bobe, la escritora reexplora su herencia ancestral y se enfrenta a su identidad, frecuentemente dividida o incluso múltiple, enmarcada por su legado judío.
Varios años tras la muerte de su abuela, en un viaje por España, en una esquina del barrio de Lavapiés, Sabina Berman se encontró con el rostro de una desconocida que, de forma misteriosa, le evocó el semblante de su abuela, como un susurro del pasado cobrando vida en las calles de Madrid:
Ahí estaba de pie en una esquina, pequeña, la nariz aguileña, los ojos negros, la tez morena, con el chongo de siempre, el abrigo beige eterno, la bolsita de asa en la diestra. Por poco y me desmayo. Crucé a su esquina y le pedí la hora y un minuto más tarde ya le decía de mi sorpresa al descubrir tan tarde que su fisonomía no coincidía con su lugar de nacimiento, Austria Hungría, sino que era hispana. Se rio. —Soy judía sefaradí —me dijo mi abuela resucitada. Nos fuimos a tomar un café en una mesa de acera. Ella quería saber de cómo una judía sefaradí como mi abuela terminó en un país exótico como México y yo quería saber de cómo la familia de ella se quedó en España a pesar de la Inquisición del siglo XV. Aún ausente, mi abuela abría aún más mi mundo y mi historia. Esa noche me prometí no rechazar nada del legado de mis mayores. Abrir mi alma a todas las vertientes culturales que coinciden en mí. Elegí así la diversidad a la pureza. Las historias largas y complejas a las rectas y cortas. (Berman, 2018)
La escritora mexicana cumple su promesa y recupera la voz ausente de su abuela y de la cultura de sus antepasados, inmortalizándola mediante su obra literaria, estrechamente ligada a aspectos culturales y sociales relacionados mayormente con su vida e historia familiar.
la mejor forma de combatir el colonialismo y el eurocentrismo no es recluyéndose en los particularismos étnicos y negando la universalidad política por considerarla un instrumento en manos del colonizador. Al contrario, la lucha por la descolonización debe hacerse a través de la universalización de intereses. No se trata de una universalidad abstracta que niega la particularidad, sino de una universalidad concreta que se construye políticamente a través de la particularidad. (p. 258)
Literatura y sociedad
Existe una estrecha interrelación entre literatura y sociedad. Más bien se trata de una relación de naturaleza simbiótica y de mutua influencia. Manuel Llanos de los Reyes apunta que
De un lado la literatura se carga de proyección social, es capaz de fomentar el establecimiento de nuevas formas sociales; de otro lado es la sociedad la que puede a su vez intervenir en el proceso creador de la obra literaria, bien favoreciendo la tarea del escritor, bien imposibilitándola. (1978, p. 36)
Es innegable la absoluta libertad del escritor en el plano imaginario (2); su libertad de mentir para crear mundos ficcionales acordes con el pacto realizado entre él y el lector (3). Por otro lado, sería imposible ignorar que la labor del escritor se encuentra en mayor o menor grado condicionada por determinados parámetros socioculturales (Llanos de los Reyes, 1978, p. 36). El carácter social de la literatura ha sido objeto de estudio de numerosos teóricos y ha sido analizado desde distintas perspectivas por las corrientes críticas. Miri Rubin (2002) apunta que “The ‘cultural turn’ contributes to the explanation and understanding of work, economics and politics. No area of experience – personal and collective – is beyond its use” (p. 91), subrayando que el giro cultural en las humanidades y las ciencias sociales crea nuevos enfoques y amplía el entendimiento del mundo sociocultural. Teorías literarias, como los estudios culturales y el nuevo historicismo entre otras, consideran que los textos literarios son el resultado de una serie de relaciones intertextuales complejas, lo que significa que están influenciados y moldeados por otros textos y discursos tanto anteriores como contemporáneos, llevando la noción de intertextualidad más allá del ámbito lingüístico y conectándola con la cultura y la sociedad en general. Este enfoque pone énfasis en la importancia de entender los textos literarios dentro de su contexto sociocultural más amplio, en lugar de atribuir su significado únicamente al genio creativo individual del autor (Booker, 1996, p. 138), desafiando así la historia y la literatura, y poniendo en tela de juicio sus supuestos límites impenetrables (Rubin, 2002, pp. 89-91).
De hecho, en las últimas décadas, en las obras literarias se aumentan cada vez más las referencias que se vinculan a las diversas concepciones sobre la naturaleza humana y social – como el poder, la dinámica de desigualdad, la identidad y la diversidad, las interpretaciones del pasado, las perspectivas sobre el presente y las proyecciones futuras – que tienen un firme pretexto sociocultural. Problemáticas muy presentes en la prosa y dramaturgia de la escritora mexicana Sabina Berman, en cuya obra se notan los estrechos lazos que existen entre literatura y sociedad.
En efecto, en su novela La bobe (abuela en yiddish), publicada por primera vez en 1990, se registran datos relevantes sobre el modelo social de la comunidad judía en México y su integración económica e ideológica en la sociedad mexicana del siglo XX (4). Esta autobiografía ficcionalizada es un puente entre la experiencia personal de la escritora mexicana y la reproducción en el contexto literario de las relaciones sociales en las que se ha socializado (Agosín, 2005, p. xix; Lockhart, 1997, pp. 161-162). Sabina Berman partiendo de situaciones reales de su entorno sociocultural crea el mundo ficcional de su novela. Con una prosa emotiva, agradable, corta y aparentemente sencilla y sensible Sabina Berman plantea con aguda perspicacia y humor un cuestionamiento profundo de las complejas realidades de la existencia humana. En su novela la escritora trata temas muy diversos: las relaciones de género en la sociedad patriarcal, la inmigración judía de la Segunda Guerra Mundial, el papel de la mujer judía en la familia, el exilio y la marginación, la tradición y la cultura, la fe, entre otros. Los temas se articulan a partir de los personajes femeninos de la novela, centrándose en la particular conexión que existe entre las tres generaciones de mujeres en la familia: abuela, madre y nieta.
La voz narrativa de la protagonista, ninã/adolescente/adulta Sabita, nos lleva en un viaje desde su infancia hasta su adultez, entrelazando sus recuerdos con los de su abuela materna, su bobe. Su relato, que resuena con las experiencias de muchos judíos latinoamericanos, nos cuenta la historia de tres generaciones de su familia. Todo comienza en Polonia, Europa, donde disfrutaban de una vida acomodada y de prestigio social. Pero la sombra de la Segunda Guerra Mundial y la persecución nazi los fuerza a buscar refugio, llevándolos a México. El relato profundiza en su esfuerzo por adaptarse a una realidad sociocultural completamente nueva y continúa con las vivencias de las generaciones subsiguientes en esta tierra que se convierte en su nueva patria (Pandis Pavlakis, 2022). Así pues, como subraya Efthimia Pandis Pavlakis (2022), Sabina Berman teje un tapiz narrativo donde se funden la ficción y hechos históricos reales, empleando la memoria individual de Sabita; a través de sus recuerdos enraizados en las vivencias familiares, la historia trasciende lo personal y se ancla en la memoria colectiva de la comunidad judía en América Latina, conectando las experiencias individuales con un contexto histórico y cultural más amplio (5) (Pérez-Anzaldo, 2009).
Desde épocas remotas la familia judía se organiza según un estricto régimen patriarcal; la mujer desempeña un rol fundamentalmente ligado a sus responsabilidades como esposa y madre, así como a las tareas del hogar. Sin embargo, su influencia va más allá de estas actividades cotidianas. La mujer judía es vista como la guardiana y transmisora de la identidad religiosa dentro del núcleo familiar. En su papel de pilar espiritual de la educación, recae sobre ella la tarea de perpetuar los valores y enseñanzas de generación en generación. Cabe señalar que esta responsabilidad es tan fundamental que, según las creencias judías, se considera judío a quien nace de madre judía. Además, la madre juega un papel ceremonial vital, encendiendo las velas que santifican el Shabat y alumbran los hogares durante las
festividades. Desde la perspectiva cabalística, esta luz simboliza la unidad y la armonía, reforzando el papel espiritual y simbólico de la mujer en la tradición judía. (Tribuna Israelita, 2021). En el imaginario social de la novela de Sabina Berman, el hogar “funciona como el centro generador de la herencia cultural y la abuela es la encargada de trasmitirle la memoria sagrada que corresponde a la identidad judía (6) (Pérez-Anzaldo, 2009).
Mujer judía, sociedad e interculturalidad
Dentro de la novela, la bobe/abuela de Sabita representa simbólicamente la primera generación de inmigrantes judíos en América Latina. Ella personifica el pilar que, con firmeza y determinación, preserva y transmite la historia, las tradiciones y la cultura judías en un contexto predominantemente católico. Esta figura se convierte en un puente vital entre el pasado y el presente, asegurando que el legado de su comunidad se mantenga intacto y florezca en un entorno diferente al de sus orígenes. Papel que como vemos ella lo asume callada y con el máximo grado de la sumisión ante el hombre, que llega hasta el “servilismo”, comportamiento por lo que su hija la acusa directamente:
¿Y quiénes perpetúan la miseria de las mujeres? Las propias mujeres, dice mi madre. Las mujeres que no han cuestionado este orden de cosas y educan a sus hijos para la soberbia y a sus hijas para el servilismo… Para el servilismo me educaste, repite mi madre. (Berman, 2006, p. 46)
Así, su espacio es la cocina o la mesa familiar, y se ocupa exclusivamente de la casa y de la educación de sus hijos. Es el pilar principal de la familia, pero sin gratificaciones. Tolera con admirable dignidad las infidelidades de su marido y la única vez que la vemos rejuvenecer y tomar un aire de independencia es a través de su hija y su nieta, ante la posibilidad del divorcio:
Ahora sí, empieza la vida civilizada para la abuela. Lo primero, desde luego, será París. ¿Hace cuánto no está la abuela en París? Mi abuela la interrumpe hablando en polaco y a su vez mi madre la corta en seco. Si quiere un harén, dice, que se porte como un sultán. La abuela no quiere que yo oiga, ya oyó mucho, dice, le ruega a mi madre que hable en polaco. No, que oiga, que sepa. Mi madre la toma en brazos, baila. De pronto la abuela ya no se resiste, se deja ir en el baile, echa atrás la cabeza como una jovencita ida en la hermosura de bailar. Bailan por la estancia un vals sin música. La abuela me extiende una mano y estamos las tres danzando. (Berman, 2006, p. 41)
En el seno estrictamente patriarcal de la comunidad judía, el papel social de la mujer ha sido muy limitado. Sin embargo, en circunstancias especiales, cuando las necesidades lo requieren, y la mujer se ve en la posición de liderar y administrar económicamente la familia, su importancia se vuelve innegable y significativa (Cantera Montenegro, 1989, p. 63). Este cambio de roles demuestra la capacidad de adaptación y la influencia crucial de la mujer, incluso en un contexto donde sus funciones han sido históricamente restringidas. Hecho que se queda claramente ilustrado en la novela con la presencia femenina de la abuela.
En la primera memoria de Sabita, la abuela era una mujer tan alta como la Catedral (Berman, 2006, p. 17)(7); una figura emblemática que en la memoria infantil de su nieta brillaba “con una luz especial, la del diamante engarzado en la muela del fondo de la boca” (Berman, 2006, p. 26). Ese recuerdo brillante de su bobe es lo que inspira a la protagonista a narrar la historia del viaje de rescate de su familia desde Polonia y la persecución nazi hasta el continente americano y la salvación. Gracias a la prudencia y cuidado constante de la abuela, la familia logra escapar del caos de la guerra. En el momento más desesperado, ella toma el liderazgo, convirtiéndose en la guía de la familia y asegurando que sus seres queridos lleguen a la tierra prometida. Respecto a esto Berman (2006) agrega: “Esa es mi abuela para mí: la mujer que se manda abrir una muela de juicio para guardar un diamante y luego, cuando los últimos recursos se han agotado y ya nadie sabe cómo continuar el viaje, se saca el diamante y pregunta: ¿sirve?” (p. 26) Con estas afirmaciones Sabita expresa una profunda admiración por su abuela y particularmente por su capacidad de sostener la familia en sus momentos más difíciles.
Más tarde, durante los primeros años de la inmigración en México, la abuela y sus dos hijos se unieron a la fuerza laboral para contribuir junto a su esposo/padre en el manejo y desarrollo del negocio familiar. Entonces, la pequeña cocina casera se convierte en la antesala de la nueva empresa del abuelo, la fábrica de brochas, y toda la familia se dedica al comercio ambulante por las calles de la capital mexicana. La familia de Sabita, al igual que muchos otros inmigrantes judíos y no judíos, emprendió un camino común en su esfuerzo por establecerse económicamente en su nueva patria. Liz Hamui Sutton (2006) observa:
Los inmigrantes judíos encontraron en el comercio ambulante un nicho de oportunidad para ganarse la vida. Junto con otros grupos minoritarios no nacionales, se dedicaron a vender, en abonos y de casa en casa, productos como telas, toallas, medias, corbatas, botones y todo lo necesario para el ajuar del hogar… Las difíciles condiciones materiales de los primeros inmigrantes judíos llevaron a que muchas mujeres e hijos adolescentes se incorporaran a la fuerza laboral para apoyar a sus maridos o a sus padres en el negocio familiar, así encontramos mujeres aboneras o jóvenes dependientes en las tiendas.
Lo anterior nos lleva a entender claramente que la mujer judía desempeña un papel decisivo en el progreso y el bienestar social y económico de su familia, adoptando un rol activo y significativo en la gestión de la economía del hogar. Sabita recuerda:
mi abuela pegando las hebras de una brocha a su mango de madera y sellando el trabajo en el calor del horno de su minúscula cocina, el abuelo vendiendo brochas en una esquina del zócalo de la ciudad de México, la abuela, su hija y su hijo, los tres tomados de la mano, extraviándose voluntariamente en el laberinto de pasillos del inmenso mercado de La Merced, extraviándose en la maraña de los olores de frutas, pescados, mantequillas y quesos y chiles, el rabino bendiciendo la primera máquina de brochas de la que sería la fábrica Glickman, S. A. (Berman, 2006, p. 26)
Estas aseveraciones de la escritora resaltan la relevancia de la mujer judía, en especial el de la figura materna como la abuela, extendiendo su importancia a todas las mujeres más allá de su papel tradicional en un contexto patriarcal centrado en el ámbito doméstico. Sabina Berman pone de relieve que, cuando se les da la oportunidad y no son excluidas, las mujeres se convierten en células vitales para el desarrollo económico de la familia y de la sociedad en su conjunto. Esta visión amplía la comprensión del papel femenino, destacándolas no sólo como guardianas de la tradición y la cultura, sino también como agentes activos en la estructura social y económica.
A medida que avanzaban los años y la situación económica de la familia se estabilizaba, la abuela, retomando el papel tradicional femenino en su comunidad, regresó al hogar, dedicándose a actividades de caridad y beneficencia (8). Sabita evoca con especial emoción sus visitas mensuales en la casa de los Aizbergs y “la moneda de oro que la abuela dejaba cada vez a dicha familia en una mesita junta a la puerta de salida” (Berman, 2006, p. 16).
Según resalta Nora Glickman el personaje de la bobe, dentro de la novela, emerge como un anacronismo. La abuela, con raíces en la alta burguesía judía europea, vive en México manteniéndose, sin embargo, intencionalmente distante de su entorno cultural y social (2013). Aferrándose al idioma yiddish, conserva su hogar como una extensión de su mundo y su historia, creando así un espacio donde el tiempo y la geografía se entrelazan. En México, la bobe/abuela perpetúa su identidad de judía europea de manera anacrónica, aislada en su religión, tradiciones y un ambiente muy propio (Glickman, 1994, pp. 308-309). Su apartamento se transforma en un reflejo de aquellos tiempos dorados en Bielsko-Biala, donde su familia era una de las más destacadas de la comunidad judía en Polonia, y su hogar un centro de reunión para judíos askenazíes con ideas progresistas y revolucionarias (Berman, 2006, pp. 84-85). En palabras de Sabina Berman:
Los días entre semana en los que el camión del kínder me dejaba en su hogar − el departamento 302 del edificio 360 en la Avenida Nuevo León de la Ciudad de México − eran para mí días de entrar a una belleza y a un orden totalmente distintos a los del
resto de mi mundo. Lámparas de rombos de cristal pendientes del techo. Tapetes persas. Un librero con libros empastados en cuero verde. Una cómoda de piso a techo donde se exhibía una colección de tacitas miniaturas de porcelana. Era, de pronto, Europa. Y era otro siglo. El siglo de los judíos burgueses de antes de la Segunda Guerra Mundial. (Berman, 2018)
La abuela de Sabita es la misma mujer precavida que casi de manera mística, parece haber previsto y planeado incluso su muerte. Muere un viernes por la mañana en la bañera, purificada y lista para el entierro. Antes de morir, prepara el doble de los panes horneados y suficiente comida no solo “para los comensales habituales al Shabat” (Berman, 2006, p. 100) sino también para alimentar a aquellos que luego asistirán a la cena después de su entierro. Muere justo antes del Shabat, un día en el que los judíos no pueden lamentar, como si se negara a que sus familiares lloraran por ella, como si quisiera que solo recordaran los buenos momentos. (Berman, 2006, pp. 97-104)
La muerte de la bobe fue igual que su vida, “pulcra”. “Mi abuela se murió pulcramente. Yo creo que se murió de exceso de pulcritud” (Berman, 2006, p. 7), dice la voz narrativa de la protagonista, ninã /adolescente/adulta Sabita. La bobe toda su vida fue una mujer honrada, sumisa a la tradición judía y al poder patriarcal, tenaz protectora de su hogar y esencial transmisora de la herencia cultural y religiosa. Fue miembro activo y eficiente de la familia que trabajó con todas sus fuerzas para el desarrollo y el bienestar de su hogar.
A su vez, la madre de Sabita, representante de la segunda generación judía en México, se encuentra por su parte en otro nivel en la jerarquía familiar. Toma un rol mucho más activo que la abuela, cuestiona las ideas conservadoras de su familia y sus creencias religiosas, siendo ella prácticamente atea. Ella es una profesional contribuyendo de este modo a la fuerza laboral de la sociedad mexicana a la que se ha ajustado muy bien. Su espacio es el consultorio (Berman, 2006, pp. 28- 29, 83), ella misma es una especialista en el área de psicología y busca continuamente de manera crítica cómo resolver sus traumas, por los cuales frecuentemente culpa a su madre, por la manera en que ella la educó y la formó. Este conflicto entre la abuela y la madre de Sabita queda vivo en sus recuerdos, especialmente en el reproche:
Para el servilismo me educaste, repite mi madre, y está volviendo a pedir una respuesta, una refutación o admisión, una disculpa tal vez. La abuela sigue mirando el fondo de la taza. ¿Qué puede responder la abuela? … sé que no tiene palabras para responder. Creo que tampoco entiende de todo. (Berman, 2006, p. 46)
Mientras la abuela de Sabita permanece fiel a las tradiciones, su madre ha conseguido una total adaptación a la sociedad mexicana. Esta adaptación es evidente tanto en su fluidez con el español y su éxito profesional, como en una perspectiva religiosa diferente a la de su madre. Aunque muestra cierta crítica o distancia respecto a las prácticas religiosas, todavía participa en algunos rituales de forma superficial (Berman, 2006, pp. 27, 63, 99-100). Por su parte, Sabita, como miembro de la tercera generación, se mueve entre dos mundos: la profunda religiosidad de su abuela y el ateísmo de su madre, evidenciando así la amplia gama y el notable contraste de influencias que moldean su identidad:
Hay en mí algo como una cinta donde todo se imprime con una pulcritud absoluta: la mente, diría mi madre; Ein sof, la sustancia de Dios, diría mi abuela; Eso, según lo he nombrado yo: una cinta de luz donde se imprime ese momento, donde se imprimen sucesos que tal vez no entiendo, pero vendrán a mí para explicar otros sucesos que a su vez se explicarán gracias al recuerdo. Estoy enamorada de la mente, de la sustancia de Dios, de Eso. (Berman, 2006, pp. 51-52)
La personalidad de Sabita se va definiendo gradualmente a través de dos perspectivas distintas, creando una tensión que, no obstante, se ve dominada por las enseñanzas y recuerdos de su abuela. Esta figura matriarcal se convierte así en el pilar de la novela y de la transformación personal de Sabita, arraigada en su herencia ancestral. Sabina Berman (2018) confiesa:
Por fin mi abuela me mostró la fuente misma de la Belleza. Preocupada por mi tendencia al ateísmo, siendo yo una púber, me enseñó a encomendarme a la energía del universo. A decir, me enseñó a rezar sin plegaria, sin religión o dogma. Hizo que me cubriera los ojos con las manos y que cerrara los ojos y entonces me pidió que viera la purísima energía que bajo mis párpados vibraba. Pura luz − Eso sostiene al universo − me dijo en yiddish. Su idioma de judía europea. Y luego agregó: Si es luminoso es bello. Y yo lo creo aún hoy. Esa luz sostiene al universo. Y si algo es luminoso es bello.
Sabita, al igual que Sabina Berman, se convierte en un testimonio vivo de la fusión de tradiciones y moder-nidad, reflejando una compleja amalgama de perspectivas que enriquecen su com-prensión de sí misma y de su lugar en el mundo. Este proceso le permite desarrollar una identidad única, que combina su herencia judía con su experiencia en México, dando lugar a la identidad judeomexicana o mexicano-judía (Sabina Berman, cita-do en Glickman, 1993, p. 13).
Conclusión
Concluyendo, podemos afirmar que la presencia femenina en el ámbito socioeconómico de la novela La bobe es decisiva. Sabina Berman entrelazando de manera ingeniosa episodios relevantes de la realidad histórica y cultural judía y mexicana crea a través de su narrativa “una ampliación de mundo y de Historia” (2018). Mediante las figuras de las tres mujeres de la familia – abuela, madre, nieta – la escritora retrata la vida de las tres primeras generaciones judías inmigrantes en México a causa de la persecución nazi, con el objetivo de desentrañar sus orígenes ocultos y llegar a algún tipo de comprensión de sí misma y de su entorno social y familiar. En esta retrospección hemos podido comprobar que, aunque tradicionalmente los patrones culturales patriarcales han relegado a las mujeres al ámbito doméstico en un contexto marcado por la desigualdad, ellas han conseguido romper barreras y superar límites contribuyendo al progreso y desarrollo sostenible de sus familias y de la sociedad en su conjunto. La bobe/abuela en el momento más crítico para la sobrevivencia de su familia con un acto de imponente prudencia resuelve el problema económico y así pueden continuar el viaje hacia la tierra de la libertad. A su vez, la madre de Sabita es una mujer educada, una profesional exitosa, independiente, feminista que se enfrenta al patriarcado y al judaísmo, y lucha por sus derechos en la sociedad de su época. Sabita, representante de la tercera generación, se convierte en una síntesis de las enseñanzas de su abuela y de su madre, una mujer judía mexicana consciente, con identidad propia, rebelde pero mística.
Referencias
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DOI: https://doi.org/10.31819/9783968693002_179
Pérez-Anzaldo, G. (2009). Memorias pluridimensionales en la narrativa mexicana. Las mujeres judeomexicanas cuentan sus historias. Ediciones Eón. Edición de Kindle.
Ricoeur, P. (2003). La memoria, la historia y el olvido. A. Neira (trad.). Editorial Trotta.
Rubin, M. (2002). What is Cultural History Now? En D. Cannadine (Ed.). What is History Now? (pp. 80-94). Palgrave Macmillan Ltd.
Saganogo, B. (2007). Realidad y ficción: literatura y sociedad. Estudios Sociales, (1), 53-70.
Tribuna Israelita (2021). https://tribuna.org.mx/la-mujer-en-el-judaismo/
2. Brahiman Saganogo (2007) subraya la relación particular del discurso literario con la realidad y observa que “en la literatura, la realidad va más allá de lo real palpable, es, en la mayoría de los casos, la imaginación y la especulación, por eso, el escritor más realista es el que supera y minimiza todo empirismo y toda percepción de los sentidos en provecho de una ficción” (p. 57). Por lo tanto, “la obra literaria como realidad social, se comprende en tanto que reflejo de la sociedad a través del lenguaje en el sentido de verosimilitud y también de procedimientos tales como: estilización y ficcionalización ” (p. 57).
3. Paul Ricoeur (2003) argumenta sobre la naturaleza antinómica del binomio relato histórico/relato de ficción y el pacto implícito entre autor y lector: “Una cosa es una novela, incluso realista, y otra un libro de historia. Se distinguen por el pacto implícito habido entre el escritor y su lector. Aunque no formulado, este pacto estructura expectativas diferentes por parte del lector y promesas diferentes en el autor. Al abrir una novela, el lector se dispone
a entrar en un universo irreal, respecto al cual es incongruente la cuestión de saber dónde y cuándo ocurrieron esas cosas; en cambio, este lector está dispuesto a realizar lo que Coleridge llamaba Wilful suspension of disbelief, con la condición de que la historia narrada sea interesante: con gusto suspende el lector su recelo, su incredulidad, y acepta seguir el juego del como si − como si esas cosas narradas hubiesen sucedido − ” (pp. 347-348).
4. De acuerdo con lo apuntado por Nora Glickman (1994), las figuras femeninas en la novela encarnan la evolución de la cultura judía, manifestada en las experiencias históricas vividas tanto en México como en otros lugares: “This novel, which spans over twenty years (from the fifties to the seventies), is told through three feminine voices: those of the grandmother, her daughter, and her granddaughter. In this way the reader acquires a consciousness of the historical trajectory of Mexican Judaism in this century, from Orthodoxy to atheism” (p. 308).
5. Nora Glickman (2013) observa : “Narrated exclusively in women’s voices, La bobe provides the reader with a historical trajectory of Mexican Judaism over the course of this century, as it moves from orthodoxy to atheism, and from there to a more universal world view”.
6. Para más detalles sobre el papel de la mujer judía, véase “La mujer en el judaísmo” (2021), Tribuna Israelita, https://tribuna.org.mx/la-mujer-en-el-judaismo/
7. Sabina Berman (2018) hace una introspección sobre su vínculo íntimo con su abuela, recordando con cariño aquellos momentos compartidos: “Cuando la conocí, mi abuela era bastante alta. Luego, con los años, fue haciéndose pequeña. En mi primera memoria de ella, su perfil de nariz aguileña avanza cubriendo poco a poco el alto campanario de la Catedral del Zócalo de la Ciudad de México. En mi última memoria de ella, está tendida en una tina de agua que se ha enfriado, es del tamaño de una niña de catorce años y ya no respira. Entre mi abuela la Catedral y mi abuela la niña, transcurrió una de las relaciones que marcó mi vida con marcas indelebles.”
8. Según señala Liz Hamui Sutton (2006): “El conocido “milagro mexicano” (1940-1970), fue una época de prosperidad para el país y para la comunidad judía en particular. La tradición de pequeños y medianos empresarios con la que se iniciaron floreció en este período que significó un rápido ascenso económico y un cambio en el estilo de vida de las familias. Las mujeres volvieron al hogar y a trabajar como voluntarias en las sociedades de beneficencia que se habían formado desde la etapa anterior, los jóvenes pudieron dedicarse a sus estudios e inclusive algunos terminaron carreras universitarias que les posibilitó un futuro profesional diferente.”